La celulosa es un polisacárido compuesto de unidades de glucosa unidas por enlaces β-1,4-glucosídicos. Es el componente estructural principal de las paredes celulares de las plantas y es uno de los compuestos orgánicos más abundantes en la Tierra. Sin embargo, la mayoría de los animales no pueden digerir la celulosa porque carecen de las enzimas necesarias para romper los enlaces β-1,4-glucosídicos.
Algunos animales, como las termitas, las vacas y los ciervos, han desarrollado relaciones simbióticas con bacterias y otros microorganismos que producen enzimas celulasas y les permiten digerir la celulosa. Estos animales pueden descomponer el material vegetal y extraer de él nutrientes que de otro modo no estarían disponibles.
En los seres humanos, la celulosa pasa por el sistema digestivo en gran medida sin ser digerida. Sin embargo, parte de la celulosa puede ser fermentada por bacterias en el intestino grueso, produciendo ácidos grasos de cadena corta que pueden absorberse y utilizarse como fuente de energía.
Por lo tanto, si bien la mayoría de los animales no hidrolizan la celulosa, ciertos animales se han adaptado para digerir la celulosa a través de relaciones simbióticas con microorganismos.