Las ardillas silvestres generalmente no se acercan a los humanos, y mucho menos exhibir un comportamiento amistoso como querer dormir con una persona. En el raro caso de que una ardilla salvaje parece inusualmente accesible, es importante ejercer una precaución extrema y evitar tocar o interactuar con ella.
Las ardillas pueden transportar enfermedades transmitibles a los humanos, y cualquier intento de manejarlas podría conducir a mordeduras o rasguños, lo que puede dar como resultado infecciones o la transmisión de enfermedades. Los expertos en vida silvestre aconsejan que se comprometan o el intento de domesticar las ardillas silvestres, enfatizando que son animales salvajes mejor observados desde una distancia segura.