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Suculencia y conservación del agua:
Los cactus han evolucionado para almacenar agua en sus tejidos especializados, llamado parénquima, lo que les permite sobrevivir largos períodos sin lluvia. Los gruesos y suculentos tallos y hojas de cactus actúan como embalses, lo que les permite fotosintetizar y producir alimentos incluso durante la sequía.
Área de superficie de hoja reducida:
Para minimizar la pérdida de agua a través de la transpiración (el proceso de evaporación del agua de las hojas), los cactus han reducido su área de superficie de la hoja. En cambio, tienen espinas, que ayudan a protegerlos de los depredadores y a reducir aún más la pérdida de agua.
cutículas gruesas y ceras:
La superficie externa de los cactus a menudo se cubre con una cutícula gruesa, una capa cerosa que ayuda a evitar la evaporación del agua. Este recubrimiento ceroso ayuda aún más en la retención de agua.
Sistemas de raíz poco profundas:
Los cactus tienen sistemas de raíces superficiales y generalizados que les permiten capturar agua rápidamente después de eventos de lluvia esporádica. Estas raíces se adaptan para absorber la humedad de manera eficiente del suelo, incluso durante los aguaceros de corta duración.
Metabolismo lento y tasa de crecimiento:
Los cactus generalmente tienen un metabolismo lento y una tasa de crecimiento, lo que requiere menos agua y energía para mantenerse en comparación con otras plantas. Esta adaptación les ayuda a soportar entornos hostiles donde los recursos son escasos.
Protección contra temperaturas extremas:
Los cactus pueden soportar temperaturas extremas, desde el calor abrasador hasta las condiciones de congelación, gracias a sus adaptaciones fisiológicas únicas.
Pocas plagas y enfermedades:
Los cactus tienen pocas plagas y enfermedades naturales debido a sus tejidos desagradables, cutículas gruesas y falta de follaje vulnerable, que contribuyen a su longevidad.