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Adelgazamiento de la cáscara del huevo y fallo reproductivo:
El DDT, un insecticida organoclorado persistente, se acumuló en los tejidos de las águilas calvas y otras aves rapaces a lo largo de la cadena alimentaria. A medida que las aves ingirieron presas contaminadas, el DDT se concentró en sus cuerpos, lo que en última instancia afectó su éxito reproductivo. Uno de los impactos más significativos del DDT en las águilas calvas fue el adelgazamiento de las cáscaras de los huevos. Esto ocurrió porque el DDT interfirió con el metabolismo del calcio, un mineral crucial para la formación de la cáscara del huevo. Como resultado, las conchas se volvieron más delgadas y más susceptibles a romperse durante la incubación, lo que redujo el éxito de la eclosión y disminuyó la población.
Función inmune reducida: El DDT también afectó el sistema inmunológico de las águilas calvas, haciéndolas más susceptibles a enfermedades e infecciones. Esto contribuyó aún más a la disminución de sus poblaciones.
Alteración de la regulación hormonal: El DDT puede imitar los efectos del estrógeno, una hormona sexual femenina. Esto puede alterar el equilibrio hormonal normal tanto en machos como en hembras de águila calva, provocando problemas reproductivos, desarrollo anormal y cambios de comportamiento.
La acumulación de DDT en águilas calvas adultas tuvo consecuencias de gran alcance, no sólo para el éxito reproductivo y la supervivencia de la especie, sino también para todo el ecosistema. La prohibición del DDT y la posterior reducción de su uso en muchos países desempeñaron un papel fundamental en la recuperación de las poblaciones de águila calva.