Un toro que ya no es productivo, lo que significa que ya no es capaz de impregnar vacas o producir semen de alta calidad para la inseminación artificial, generalmente se casa y se vende por carne de res o se envía a la matanza. La castración implica eliminar los testículos del toro, que detiene la producción de espermatozoides y testosterona, lo que lo hace infértil. Este procedimiento se puede llevar a cabo quirúrgicamente, a través de una pequeña incisión en el escroto, o a través de un método no quirúrgico, donde se aplica una banda de goma o abrazadera al escroto para cortar el suministro de sangre a los testículos, lo que hace que se atrofen.
Después de la castración, el comportamiento del toro puede volverse más tranquilo, y puede aumentar de peso más fácilmente debido a los cambios hormonales. Ya no está impulsado por el deseo de aparearse y su agresión puede disminuir, por lo que es potencialmente más seguro manejar. Los toros castrados a menudo se denominan "novillos" o "bueyes" y pueden usarse para varios fines, como el trabajo de trabajo (tracción de carros o arados) o la producción de carne.
En cuanto a los toros de reproducción que ya no son adecuados para fines de reproducción pero que aún son relativamente jóvenes y saludables, pueden venderse a otros agricultores o ganaderos que están interesados en usarlos para el apareamiento natural o como fuente de semen para la inseminación artificial. Esta práctica es menos común en comparación con la castración, pero depende de las circunstancias individuales, la raza y el mercado para la cría de toros.