Muchos animales, como liebres, comadrejas, armiños y zorros árticos, cambian el color de su pelaje durante la primavera para camuflarse en su entorno cambiante. Durante el invierno, tienen un pelaje blanco que se mimetiza con el paisaje nevado, brindándoles protección contra los depredadores. A medida que llega la primavera y la nieve se derrite, se deshacen de su pelaje blanco y les crece un nuevo pelaje con colores y patrones que los camuflan mejor contra la vegetación, las hojas y las flores emergentes de la temporada de primavera. Al adaptar el color de su pelaje al entorno, estos animales aumentan sus posibilidades de supervivencia al ser menos visibles para los depredadores. Este cambio de color se desencadena por cambios en la duración del día y está controlado por hormonas que regulan el crecimiento y la pigmentación del pelaje.