La principal fuente de energía para casi todas las cadenas alimentarias es el Sol. Las plantas, que forman la base de la mayoría de las cadenas alimentarias, capturan energía de la luz solar mediante el proceso de fotosíntesis. Utilizan esta energía para convertir el dióxido de carbono y el agua en glucosa, que es una forma de azúcar que las plantas pueden utilizar para su crecimiento y mantenimiento.
Cuando los animales comen plantas, consumen la energía almacenada en los tejidos de la planta. Esta energía luego es utilizada por el animal para su propio crecimiento, mantenimiento y reproducción. Cuando otros animales se comen a esos animales, ellos a su vez consumen la energía almacenada en los tejidos del primer animal.
Y así sucesivamente en la cadena alimentaria. Cada vez que un animal se come a otro, la energía almacenada en los tejidos de la presa se transfiere al depredador. Este proceso se conoce como transferencia de energía.
Hay cierta pérdida de energía en cada nivel de la cadena alimentaria. Esto se debe a que los animales utilizan parte de la energía para crecer, mantenerse y reproducirse. También se pierde algo de energía en forma de calor. Sin embargo, incluso después de contabilizar estas pérdidas, todavía se transfiere suficiente energía a lo largo de la cadena alimentaria para sustentar a todos los organismos que viven en el ecosistema.
La energía del Sol también es utilizada por otros organismos del ecosistema, como bacterias y hongos. Estos organismos desempeñan un papel vital en el ciclo de los nutrientes en el ecosistema.