Los animales no se mueven después de la muerte. Después de que un animal muere, sus músculos pierden la capacidad de contraerse y relajarse, necesaria para el movimiento. Cualquier movimiento aparente que se observe después de la muerte suele deberse a factores externos, como contracciones musculares provocadas por el rigor mortis o reflejos postmortem, o movimientos provocados por condiciones ambientales como el viento o las corrientes de agua.